martes, 1 de abril de 2008

Escuela de Oración. Semana I - Día 1º




Con la fiesta de S. Vicente comenzamos esta escuela de oración tomada de http://www.seminariomenorvalencia.com/ y adaptada a los juniors.
Sería muy interesante que colgaséis vuestros comentarios sobre lo que os parece.

I Semana. Lunes 31 de marzo.

Adicción:
“Un paso o dos antes del lugar donde tengo que hacer la meditación, me pondré en pie, alzando el entendimiento hacia arriba, considerando como el Señor nuestro Dios me mira” (Ejercicios Espirituales de S. Ignacio, EE 75)
Estas cara el ordenador, has leído este punto. Pues bien, sitúate. Toma una estampa, igual la llevas en el bolsillo, o la tienes colgada en la habitación, puede que la tengas cerca, en la mesa donde estudias. Puede ser una cruz, una estampa. ¿No la tienes? Pues, bueno, que para eso también está internet, escribe en el google-imagenes Jesús, enseguida te saldrán un montón.
http://deguatepalmundo.files.wordpress.com/2007/08/jesus_meditando.jpg
Esta a mí me gusta. Pero hay muchas más.
Fija la mirada en él. Dios a través de la imagen te esta mirando. Cierra los ojos. Ponte de pie, o sentado, no importa. Déjate llevar por la imaginación. Él te mira, ¿cómo te está mirando? ¿cómo te sonríe?, “por fin se ha puesto a rezar”, “si es tan majo/a, miralo, mira como me mira”, se dice Dios a sí mismo, o mejor dicho, le dice el Padre al Hijo mientras el Espíritu Santo dentro de ti aletea.

Oración preparatoria:
“Señor, que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente ordenadas en servicio y alabanza tuya” (EE 46)
Pídele a Dios que te ayude a rezar. No es fácil, por eso no rezas nunca o rezas las cuatro oraciones que te sabes. Aquí no vas a rezar oraciones, vas a orar, es decir, a hablar a Dios y sobre todo a escucharle, a dejar que sea Él quien te hable. Por eso, porque te aburres, porque te parece absurdo, porque no te dice nada la oración, pídeselo a Él, díselo con tus propias palabras.

Introducción:
Esta primera semana, se trata de que pongas a tono tu corazón. Disponerlo para la escucha, para el silencio, para la sorpresa... Así como el labrador nunca echa la semilla en una tierra no trabajada, así la primera experiencia de oración requiere “disponer el alma” para hacerte sensible al encuentro con Dios, a lo que te pueda decir, a la escucha, al silencio...

El texto, Su Palabra:
“Se le apareció Yahvé en la encina de Mambré estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. Alzó la mirada y vio que había tres individuos parados a su vera. Inmediatamente adució desde la puerta de la tienda a recibirlos, se postró en tierra y dijo:
Señor mío, si te he caído en gracia, no pases de largo cerca de tu servidor. Que traigan un poco de agua, os laváis los pies y os recostáis bajo este árbol. Yo iré a traer un bocado de pan; así repondréis las fuerzas. Luego ya seguiréis vuestro caino, que para eso habéis acertado a pasar a la vera de este servidor vuestro.
Respondieron ellos:
Hazlo como has dicho.
Gn18, 1-5

Breve explicación.
Abraham como buen beduino, nómada del desierto, se encuentra tomando el fresco un día de calor. Allí se encuentra con tres personajes a los que también como buen beduino acoge y ofrece su hospitalidad. Estos tres personajes son ángeles de Dios y recuerdan la Santísima Trinidad.

Composición de lugar:
Me sitúo dentro de la escena. Con la imaginación recreo el lugar: la tienda, las llanuras ocres y pedregosas del desierto de Palestina, la encina, al bueno de Abraham, ancianito, allí, intentando soportar el bochorno. Imagino los personajes acercándose.
Me siento Abraham, es Dios quien viene a mí. Yo que he salido de mis quehaceres, en mi cuarto, que es mi tienda, también se acerca. Miro a los ángeles, les hablo con las palabras de Abraham, les invito a pasar a mi corazón, a mi interior y trato de agasajarlos, de apartar todos los trastos que hay en él, las distracciones, los malos pensamientos,... Dios quiere entrar en mi corazón como quería entrar en la tienda de Abraham y Dios coloca en mí, pues el texto leído es Palabra de Dios, los sentimientos de Abraham de cara a Él.

Coloquio:
Se abre un coloquio en el cual nos dice S. Ignacio de Loyola “se hace propiamente hablando, así como un amigo habla a otro, o un siervo a su Señor; cuando pidiendo alguna gracia, cuando culpándose por algún mal hecho, cuando comunicando sus cosas, y queriendo consejo en ellas” (EE 54).
Es muy fácil, háblale a Dios, simplemente. Ya te has imaginado la escena, te has sentido como Abraham, le has hablado sirviéndote las palabras de Abraham. Ahora lo que importa son tus palabras. ¿Qué le dices?, ¿qué sale de tu corazón? Que te aburres... pues díselo. Orar no es sólo empezar a repetir oraciones de memoria, es lo que Teresa de Jesús decía, “tratar de amistad con aquel que sabemos que nos ama”.
Ejercicio de esta seman:
Es cierto que con el Señor nos podemos encontrar en cualquier circunstancia de la vida, pero la Biblia nos conduce hasta el silencio interior y exterior como clima donde poder dialogar con Dios con especial intensidad y familiaridad. Por otra parte, la necesaria atención a la propia intimidad exige soledad con uno mismo y con los demás.
El ejercicio de esta semana será buscar momentos de silencio, de intimidad con el Señor.

Examen de la oración:
“Miraré cómo me ha ido en la meditación”; y si mal, miraré la causa de donde procede, y así mirada, arrepentirme, para enmendar adelante; y si bien, daré gracias a Dios y haré otra vez de la misma manera”.

Pues ánimo, que orar vale la pena y un junior sólo llega a serlo el día que descubre que el junior es sencillamente sentirse amado por Jesús y amarle. Y para eso no hace falta ser sacerdote, religioso o religiosa.
Abraham amaba a Sara, Isaac a Rebeca, Jacob a Raquel y son modelos de creyentes para nosotros. Y como ellos muchos hombres y mujeres casados. Si los sacerdotes no hubiésemos tenido un padre o una madre creyentes, no lo seríamos. Y posiblemente si nos pidiesen a quien canonizar a los primeros sería a ellos, por el ejemplo que nos dieron.
El paraíso fue un lugar donde un hombre y una mujer se amaban profundamente, el Edén, Adán y Eva y todas las tardes Dios paseaba con ellos.
Y eso no significa que lo de ser sacerdote no tenga valor. Es una vocación a la que Dios llama a unos cuantos y quienes nos sentimos llamados respondemos. No por otro motivo, sino sencillamente por eso, porque vemos que ahí nos quiere Dios. Puede que a ti también o puede que no. Si haces oración lo descubrirás y serás feliz allí donde Dios te llama. Porque al final la vocación es eso: el lugar al que Dios me llama es el lugar donde más feliz voy a ser y puede ser como sacerdote, religioso o religiosa, como monitor, como padre o madre de familia, como novio o novia comprometidos con la parroquia.