lunes, 7 de abril de 2008

Escuela de Oración. Semana II. Día 1º


II Semana. Lunes 7 de Abril de 2008.

Introducción:
Nos cuenta el guión del Seminario Menor: “el mayor problema de la vida espiritual es no tener problemas, vivir vacío, distraído, sin nada que llevar, que considerar, que reflexionar.... tal vez por nuestra tibieza, mediocridad, ceguera, o por nuestro miedo a ver la incapacidad”.

Adicción:
“Un paso o dos antes del lugar donde tengo que hacer la meditación, me pondré en pie, alzando el entendimiento hacia arriba, considerando como el Señor nuestro Dios me mira” (Ejercicios Espirituales de S. Ignacio, EE 75)
Pues sí, Dios está ahí aunque no podamos verlo ni tocarlo. Él nos lo ha prometido: yo estaré con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Tan sólo tienes que cerrar los ojos, pues Jesús no miente y lo dejó muy claro y esa fue la experiencia de los primeros discípulos después de la resurrección. Ellos eran conscientes que cada vez que se reunían Jesús se hacía presente, pero es más, lo eran también que tenían el Espíritu Santo, es decir, que toda su actividad era impulsada desde el interior de su persona por el mismo Dios, en la tercera persona. El Espíritu es el que guía a los apóstoles y misioneros y el Espíritu es el que guía a la Iglesia en su caminar por la historia. No sólo al Papa y los Obispos sino a todos los cristianos que buscan con sinceridad a Dios. Por eso, cuando el cristiano pasa cinco días o más de ejercicios espirituales, lo primero que afirma el director de los ejercicios, quien los imparte es que el protagonista es el Espíritu Santo. Él es quien lleva al ejercitante por donde quiere, mientras las charlas sencillamente orientan, indican el camino, pero el protagonista es el Espíritu. En la oración ocurre lo mismo. Este guión es como el arco, te lanza a la oración, pero después el viento llevará la flecha de tu oración por donde quiera, el Espíritu es quien te está conduciendo.

Oración preparatoria:
Ante el vacío reza: “Señor, que me conozca profundamente a mí mismo, que sepa descubrir lo que me ocurre, que ponga nombre con sinceridad, transparencia y honradez a lo que me pasa. Que no me deje llevar por el miedo o la justificación fácil, de manera que todas mis intenciones, acciones y operaciones puedan ser ordenadas en servicio y alabanza tuya”.



El texto, Su Palabra:
“Os rociaré con agua pura
y quedaréis purificados;
os purificaré de todas vuestras inmundicias
y de todas vuestras basuras.
Os daré un corazón nuevo,
infundiré en vosotros un espíritu nuevo,
quitaré de vuestra carne
el corazón de piedra
y os daré un corazón de carne.
Infundiré mi espíritu entre vosotros
y haré que os conduzcáis según mis preceptos
y observéis y practiquéis mis normas.
Habitaréis la tierra
que yo di a vuestros padres.
Vosotros seréis mi pueblo
y yo seré vuestro Dios”.


Composición de lugar:
Con la vista imaginativa me sitúo ante la realidad de mi propia vida, y le voy poniendo nombre a cada aspecto significativo. En el Génesis el ser humano pone nombre a la realidad que le rodea (Gn 2,20). Ahora me toca poner nombre a mi propia realidad, a lo que siento, a lo que palpita en mi corazón, a lo que deseo, temo, a lo que me produce alegría, tristeza, gozo o sufrimiento, a lo que me ilusiona o desilusiona...
Y al poner nombre leo el texto. Ezequiel anuncia un nuevo tiempo a un pueblo que ha abandonado a Dios y a perdido toda la esperanza. ¿No te ves retratado en estas palabras?
También a ti como monitor o monitora junior te sientes en pecado, pues te cuesta ir a misa, la mayor parte de las veces no vas, pasas de los demás, criticas, a tus padres a veces no los entiendes, en el estudio te resulta una montaña sacar buenas notas o siempre vas al mínimo esfuerzo o quizás trabajando mucho y sacando buenas notas consideras que aún podrías hacer más. En ti hay basura, en ti, en mí y en todos los que nos rodean. La luz y la sombra forma parte de nuestra vida. Junto a lo maravillosos que somos también es verdad que hay oscuridades en nuestro interior, sentimientos o pensamientos que nos avergüenzan e incluso no nos atrevemos a confesar. Esa es nuestra vida, como lo fue la vida del pueblo de Israel, tan cuidada y mimada por Dios.
Entra en ti y no tengas miedo, lo peor que nos puede pasar es no aceptar nuestro pecado, es decir, nuestros defectos y errores. Dios nos conoce y ante esta realidad, por supuesto, quiere que seamos mejores, pero Él quiere sobre todo ser el protagonista. Su palabra es verdadera, nunca miente y mira, escucha lo que te ha dicho. Él te promete que te limpiará de tus inmundicias y basuras, ¿cuáles? piensa en ellas, en esa basura que guardas en tu corazón. Él va a cambiártelo, va a cambiar tu corazón de piedra, frío y muchas veces insensible ante los demás por un corazón de carne. Es decir, la carne no es mala, pues Dios promete un corazón de carne, humano, frágil, capaz de amar de modo humano, no angelical, frente al corazón de piedra que no ama. Sólo así serás capaz de cumplir los mandamientos, cuando Dios cambie tu corazón.
No me dirás que no es bello. Pues muchas veces nos desanimamos porque pasan los años y seguimos igual. Déjalo en manos de Dios y ora, reza para que Él a través de la oración vaya cambiando ese corazón. Deja tu persona en manos del cirujano, despójate de las distracciones, acuéstate en la cama de la oración y descansa en ella mientras el buen Dios, con maestría va cambiando tu corazón. Eso es rezar, dejar que Dios actúe en tu vida.


Coloquio:
Como siempre ahora eres tú. Puedes comenzar reconociendo los contenedores de basura que hay en tu interior y pidiéndole que sea el basurero que los quite. Mejor, comienza hablándole desde el corazón, lo que ahora brote de él.

Ejercicio de esta semana:
Nos indican desde el Seminario:
El punto de partida de toda vida espiritual es tu propia vida. La vida debe aparecer continuamente en tu libreta de oración. Pero la vida al cual es, con sus desordenes, posibilidades, miedos.... se trata de objetivizar al máximo tu momento: ¿qué mueve mi vida”, ¿qué me produce verdaderamente alegría?
Si estás cara el ordenador, abre un documento nuevo y anota las alegrías o tristezas, gustos o disgustos, resistencias o generosidades del día anterior. Descubre cuales han sido las razones reales de esas mociones, pon nombre a tu realidad concreta.

Examen de la oración:
“Miraré cómo me ha ido en la meditación”:
.He ido con ganas a la oración...
.El sitio y la postura me han ayudado...
.He seguido los pasos que se me han propuesto...
.He centrado la materia que se me ha propuesto...