viernes, 11 de abril de 2008

Escuela de Oración. Semana II - Día 5º


II Semana. Viernes 11 de Abril.

Adicción:
Ayer, antes de comenzar la oración miramos a nuestro alrededor y contemplamos a Dios en la naturaleza. Por cierto, ¡cómo enseña una fuente! Me vino ayer al pensamiento. En nuestra mente todo tiene un comienzo y un final, ese es muy limitado. Así algo que se vacía consideraos que empezó hace unas horas, como máximo y terminará dentro de unas horas. Sin embargo la fuente está ahí. No descansa. Durante miles de años, al igual que el río, no ha cesado de manar agua. Unas veces con mayor caudal, otras con menos, horas y horas, sin descansar un sólo día. Y el río, lo mismo. Sus aguas descienden por nuestro valle y no han cesado. Cientos de años antes de nacer nosotros ya discurrían y cuando nos marchemos, seguirán discurriendo por este cauce. Hoy vamos a contemplarlo en esa maravilla que es el ser humano. Realmente, si te detienes, descubrirás la maravilla de tu persona. Detente. Comenzamos escuchando el corazón. Ocurre lo mismo que con el río. Nunca ha dejado de latir. Comenzó en los primeros meses de nuestra existencia y ahí sigue, latiendo, sin vacaciones, sin dormir ni descansar, siempre al mismo ritmo, solamente unas veces más acelerado, otras menos, pero dentro de un intervalo. Escúchalo. Esta maravilla de musculito que se mueve y te da vida, tiene un autor: Dios.

Oración preparatoria:
Pídele que a través del latido de tu corazón sientas la presencia de un Dios que hace posible que él lata y que abra el corazón para escuchar su voz.


El texto, Su Palabra:

Salmo 143
Escucha, Yahvé, mi oración,
y presta oído a mi súplica;
respóndeme leal, por tu justicia.
No entres en pleito con tu siervo,
pues no hay ser vivo justo ante ti.

Me persigue a muerte el enemigo,
aplasta mi vida contra el suelo;
me obliga a vivir entre tinieblas,
como los que han muerto para siempre.
Ya se apaga el aliento en mí,
mi corazón por dentro enmudece.

Recuerdo los días de antaño,
medito todas tus acciones,
pondero las obras de tus manos;
hacia ti tiendo mis manos,
como tierra sedienta de ti.

¡Respóndeme pronto, Yahvé,
que ya me falta el aliento;
no escondas tu rostro lejos de mí,
pues sería como los que bajan a la fosa!

Hazme sentir tu amor por la mañana,
pues yo cuento contigo;
muéstrame el camino que he de seguir,
pues estoy pendiente de ti.

Líbrame de mis enemigos, Yahvé,
pues busco refugio en ti;
enséñame a cumplir tu voluntad,
tú, que eres mi Dios;
tu espíritu, que es bueno, me guíe
por una tierra llana.

Por tu nombre, Yahvé, dame la vida,
por tu justicia, líbrame de la angustia;
por tu amor, aniquila a mis enemigos.
Pierde a todos mis opresores,
porque yo soy tu servidor.

Composición de lugar:
Sitúate en este personaje y trata de descubrir en él sus sentimientos de cara a sí mismo, a los demás y a Dios. ¿Qué le ocurre?, ¿qué espera de Dios?
Ante la realidad de pecado que hemos descubierto durante esta semana, pues tenemos un corazón de piedra (Ezequiel), que no se deja modelar por las manos de Dios (Jeremías), prefiriendo amar otros dioses antes que a quien realmente llena el corazón (Oseas), pero como Zaqueo, conscientes de que somos pequeños buscamos a Jesús y experimentamos el gozo de saber que Él nos ama y quiere entrar en nuestra vida. Es el único que ya puede nuestra casar ser como esas casas del terror, llena de telarañas, trastos, oscura, ruidos extraños, suciedad y mugre, que no le importa entrar y sin darnos cuenta empieza a limpiar y, hoy quito esta telaraña, mañana quito el polvo, el otro abro una ventana y cuando nos damos cuenta, la casa parece un chaletazo frente al mar. Ahora vamos a tener los sentimientos de este orante.
Pídele que te haga sentir su amor cada mañana. Personalmente con meditar esta frase ya habrías hecho una buena oración. También puedes leerlo varias veces. Al principio, como en las buenas canciones, no te dice nada, pero cuanto más lo lees más va diciéndote hasta llegar a hacerte sentir algo especial, como ocurre con las canciones. Lee verso a verso, detente en aquel que te dice algo, te hace sentir, te hace preguntarte sobre tu vida, llega a lo que ahora estás viviendo. Vuelve a leerlo. Deja que pase lo que ahora estás viviendo por ese verso. Por ejemplo: hazme sentir tu amor por la mañana. Me cuesta levantarme, cansado, con lo bien que se está durmiendo, y ahora a clase, a tener que hacer ese examen, a aguantar a este profesor. Señor que sea capaz de levantarme con otra actitud, con ganas, sintiendo que estoy rodeado de amor, el de mis padres, el de mis amigos o amigas que me esperan en la esquina para ir al autobús, el de esos compañeros, Señor, pues sí, cuanto amor hay, no están malo. Me quieres tanto, que me ofreces este sol espléndido y el frío viento de la buena mañana que me hace sentir vivo, Señor, sí, me haces sentir tu amor cada día.
Y así en uno o dos versos. Orar no es más, es dejar que la Palabra de Dios vaya calando dentro de tu corazón y de tu vida, que ella oriente tus sentimientos.

Coloquio:
Está claro, en el anterior apartado tienes una muestra. También puedes rezar el salmo pero con tus palabras, o alargar ese verso que te ha llamado la atención. Sencillamente háblale o mírale, Él te está mirando.

Ejercicio de esta semana:
Nos indican desde el Seminario:
El punto de partida de toda vida espiritual es tu propia vida. La vida debe aparecer continuamente en tu libreta de oración. Pero la vida al cual es, con sus desordenes, posibilidades, miedos.... se trata de objetivizar al máximo tu momento: ¿qué mueve mi vida”, ¿qué me produce verdaderamente alegría?
Si estás cara el ordenador, abre un documento nuevo y anota las alegrías o tristezas, gustos o disgustos, resistencias o generosidades del día anterior. Descubre cuales han sido las razones reales de esas mociones, pon nombre a tu realidad concreta.

Examen de la oración:
“Miraré cómo me ha ido en la meditación”:
.He ido con ganas a la oración...
.El sitio y la postura me han ayudado...
.He seguido los pasos que se me han propuesto....He centrado la materia que se me ha propuesto...