martes, 8 de abril de 2008

Escuela de Oración. Semana II - Día 2º


II Semana. Martes 8 de Abril.

Adicción:


Al principio de la oración hemos de situarnos, hacer presencia de Dios. Pero “esto de la presencia no es tan evidente como puede parecer a primera vista. Porque no se trata simplemente de reconcer con los ojos que una persona está frente a mí o a mi lado. Demasiadas veces sucede el tener a alguien delante que asiente con la cabeza a nuestras palabras mientras que su cabeza está navegando por otros mundos”. Y a nosotros nos pasa lo mismo. Para estar presente no basta estar en el lugar, hay que estarlo con el corazón, es decir, prestando atención.
Y con Dios ocurre lo mismo. Podemos entrar en una Iglesia pero no estar presentes de modo religioso, detenernos ante las pinturas e imágenes, admirar la arquitectura, pero no sentir lo que el edificio y el arte irradia, que es la presencia de Dios. En la oración no se trata de situarme delante de una estampa o cerrar los ojos y comenzar a rezar oraciones sabidas de memoria, se trata de ser consciente que Dios está ahí e ir a su encuentro con el corazón.
Por eso, sitúate. Sirviéndonos de lenguaje del amor, como si la persona amada hubiese llegado y estuviese delante de ti. Todo tu corazón late de un modo distinto. Pues Dios, que no excluye el amor humano sino que lo bendice, está ahí, es el ser que más amas, porque es tu Creador y Padre, tu Redentor y Salvador, tu Defensor y Amor.

Oración preparatoria:
Comienza pidiéndole que envíe su Espíritu para que haga sentir tu presencia. Puedes repetir varias veces (5, 10, 50,...): “Espíritu Santo, ven”.

Su palabra:
Levántate y baja a la alfarería, que allí mismo te haré oír mis palabras. Bajé a la alfarería, y resulta que el alfarero estaba haciendo un trabajo al torno. El cacharro que estaba haciendo se estropeo como barro en manos del alfarero, y éste volvió a empezar, transformándolo en otro cacharro diferente, como mejor le pareció al alfarero. Entonces me dirigió Yahvé la palabra en estos términos:
-¿No puedo hacer yo con vosotros, Casa de Israel, lo mismo que este alfarero? – oráculo de Yahvé – lo mismo que el barro en las manos del alfarero, así sois vosotros en mi mano, Casa de Israel. Alguna vez puedo hablar contra una nación o reino, de extirpar, arrasar y destruir, pero si la gente contra la que hablé se retracta de su mal, yo también me retracto del mal que pensaba hacer.
Jeremías 18,2-6
Composición de lugar:
La historia del pueblo de Israel es la historia de una gran fidelidad y amor, el de Yahvé, Dios, y la infidelidad de un pueblo, Israel. Por eso Dios envía al profeta Jeremías, para que el pueblo vuelva a Él. Nunca pierde las esperanzas en construir un pueblo fiel. Y esto se cumplirá con Jesús.
Ahora sitúate. Imagina a Jeremías, el lugar donde se encuentra, su casa. Escucha la voz,... sigue a Jeremías y mira al alfarero.
A continuación piensa que esa es tu vida. En esta semana estamos contemplando nuestro pecado. Y es importante, porque quienes tenemos la bella tarea de ser ministros del sacramento del perdón descubrimos que las personas no tienen conciencia de pecado y no estoy hablando de gente joven, sino adulta. Lo hacemos todo bien y por tanto, ¿por qué confesarnos? Y eso es un peligro, sobre todo si lo que decimos al confesor es la verdad y no la forma de evitar decir aquello que nos avergüenza. El justo peca siete veces al día, dicen. ¿Y tú? Tendríamos que decir que unas cuantas más.
Por eso, mírate en la vasija de barro, Dios quiere hacer de ti un buen junior donde puedan beber los niños del agua cristalina de la Palabra de Dios, pero ¿qué está saliendo? No somos dóciles a las manos de Dios. Y el problema, lo dice Él mismo, es que al final, si después de muchos intentos, no hay manera, puede echarnos al montón de escombros. Piénsalo y haz oración. Sobre todo mírate, mira si eres buen monitor o monitora, si cumples los principios de vida junior, si realmente te dejas querer y trabajar por Dios.

Coloquio:
Háblale, pídele perdón porque eres ese cacharro y pídele ayuda.

Ejercicio de esta semana:
Nos indican desde el Seminario:
El punto de partida de toda vida espiritual es tu propia vida. La vida debe aparecer continuamente en tu libreta de oración. Pero la vida al cual es, con sus desordenes, posibilidades, miedos.... se trata de objetivizar al máximo tu momento: ¿qué mueve mi vida”, ¿qué me produce verdaderamente alegría?
Si estás cara el ordenador, abre un documento nuevo y anota las alegrías o tristezas, gustos o disgustos, resistencias o generosidades del día anterior. Descubre cuales han sido las razones reales de esas mociones, pon nombre a tu realidad concreta.

Examen de la oración:
“Miraré cómo me ha ido en la meditación”:
.He ido con ganas a la oración...
.El sitio y la postura me han ayudado...
.He seguido los pasos que se me han propuesto...
.He centrado la materia que se me ha propuesto...
http://centrejuniordealfarrasi.blogspot.com/