miércoles, 2 de abril de 2008

Escuela de oración: semana I. Día 2º


I Semana. Martes 1 de Abril.

Adicción:
Recuerda, se trata de situarte, puedes tomar la imagen de ayer, u otra, o cerrar los ojos y pensar que Dios te está mirando. Él está ahí, lo tienes en tu corazón.
Cuentan que una vez la superiora vio en el jardín a una monja joven, mirando una misteriosa caja que llevaba en sus manos. Le preguntó que hacía y ella le contestó: es un regalo que me ha enviado mi madre. Con cuidado comenzó a abrirlo y a quitar cada una de las pajitas que envol´vian y protegían el contenido. De nuevo le preguntó la superiora y de nuevo respondió: cada una de estas pajitas han sido tocadas por las manos de mi madre. El regalo comenzó en el momento en que mi madre empezó a pensar en mí.
Así es la oración, es un regalo que Dios quiere hacerte, míralo, en cada momento Él estará presente.

Oración preparatoria:
Dile lo que sientes y pídele que te ayude a rezar, pues no sabes y te gustaría aprender de él.
Jesús, al comenzar por segunda vez a rezar, ayúdame, que sienta lo mismo que ayer, cuando disfrute más, que no me pase como ayer que me aburrí como una ostra.

Su palabra:
Lo ideal sería que tomases la Biblia y la abrieses por el libro primero de Samuel, capítulo 3, versículo del 1 al 10. El libro ayuda. Cuando abrimos la Biblia es como si abriésemos el corazón de Dios y comenzásemos a leer en él. Es un libro sagrado que contiene su Palabra, por eso la Iglesia lo guarda con tanta reverencia, es el más importante para nosotros, la guía, el camino, su voz. Abrir un libro siempre tiene su encanto, es abrir una ventana donde contemplar un bello paisaje. Leer en un libro siempre es más cálido que leer en la fría pantalla del ordenador.

El niño Samuel servía a Yahvé a las órdenes de Elí. Por aquel tiempo era rara la palabra de Yahvé, y no eran corrientes las visiones. Cierto día, estaba Elí acostado en su habitación. Sus ojos iban debilitándose y ya no veía. No estaba aún apagada la lámpara de Dios. Samuel estaba acostado en el Santuario de Yahvé, donde se encontraba el arca de Dios. Llamó Yahvé a Samuel. Él respondió:
-¡Sí, ya voy!
Y corrió donde Elí:
-Aquí estoy. Me has llamado, ¿no?
Le dijo. Elí le contestó:
-Yo no te he llamado. Vuelve a acostarte.
El chico se fue y se acostó. Volvió a llamar Yahvé a Samuel. Él se levantó y fue donde Elí:
Aquí estoy. Me has llamado, ¿no?
Le dijó. Elí le respondió:
Yo no te he llamdo, hijo mío. Vuelve a acostarte.
Samuel aún no conocía a Yahvé, pues no le había sido revelada su palabra. Por tercera vez llamó Yahvé a Samuel, que se levantó y fue donde Elí diciendo:
-Aquí estoy. Me has llamado, ¿no?
Elí comprendió que era Yahvé quien llamaba al niño. Entonces dijo a Samuel:
-Ve y acuéstate, y si te llama di: Habla, Yahvé, que tu siervo escucha.
Samuel se fue y se acostó en su sitio.
Vino Yahvé, se paró y llamó como las veces anteriores:
-¿Samuel, Samuel!
Respondió Samuel:
¡Habla, que tu siervo escucha!

Composición de lugar:
Imagina el lugar: dos habitaciones.
Los personajes: un joven y un anciano.
La situación de los dos: acostados y durmiendo.
Imagina a Dios hablando y como Samuel recorre el lugar.
Sitúate en la persona de Samuel. Al igual que Abraham es escogido para ser jefe de Israel. A él le corresponderá nombrar los primeros reyes, Saúl y posteriormente el gran rey de Israel, David. Es uno de los personajes más importantes del Antiguo Testamento al que se dedican dos libros.
Siente que Dios te llama. Esa palabra hoy va dirigida a ti.
Cambia el nombre y lee el texto cambiando Samuel por el tuyo.
Respóndele a Dios varias veces, repite esa respuesta, aunque no te diga nada, “¡Habla, que tu siervo/a escucha!”.

Coloquio:
Ahora te corresponde a ti, ¿qué le dices? vuelca tu corazón en quien más te ama, Dios. Coméntale como te sientes, pídele lo que quieras, es tu amigo, discúlpate si ayer pasaste del e-mail con el ejercicio, si hacía años que no rezabas, si no sientes nada por él, o a revés, dale gracias por lo que sientes por él. Es bueno. Toda la belleza y toda la bondad que hay en las personas es un destello de una belleza y bondad más grande. Las personas somos como esos rayos que al amanecer, al alba, cuando aún el sol no ha aparecido en el horizonte, se reflejan en el mar. Dios es el sol. Háblale, deja que sea tu corazón y sino tienes palabras o no te salen, no te preocupes. En el amor una mirada expresa un bello poema dirigido a la persona amada. El silencio rebosante de amor es la palabra más hermosa y sentida. Y en Dios ocurre lo mismo.

Ejercicio de esta semana:
Busca algún momento de silencio a lo largo del día, puede ser mientras vas al Instituto o al trabajo.

Examen de la oración:
Concluye la oración revisando como te ha ido y proponiéndote mejorarla.